viernes, 30 de junio de 2023

Hoy

El relato se ha escrito para el reto #EstrellasDeTinta2023

Dejo por aquí el link a las normas del reto: https://plumakatty.blogspot.com/2022/12/reto-de-escritura-creativa.html?m=1

Objetivos:

Principal:

10- Haz un relato en el que tú seas uno de los personajes. Puede ser un fanfic.

Secundarios:

36- ¡¡Zombis!!

38- Crea un relato relacionado con un grimorio.

Después de tantos años en este viaje abrazado conmigo mismo, los brazos y las piernas me empiezan a flaquear. Lo que al principio era un reposo plácido, intuitivo, ahora se hace un baile tosco y quebradizo.

Recuerdo algunos de mis primeros días, seguramente moldeados por mis sueños y la idealización inevitable de la niñez. Naufragan hasta las islas de mi memoria aquellos primeros pasos de esquina a esquina en la cocina, con los que aprendí a andar. Las místicas reuniones de mi hermano con sus amigos, en las que yo era poco más que un intruso feliz. Las tardes soleadas, la familia, dónde todo lo malo era inundado y ocultado por la desaforada fuerza de una nueva vida. Estaba vivo, por el momento, sin saber porqué. Y ahí, mi comunión conmigo mismo no era siquiera una cuestión. Esa simiente despreocupada brotó en ojos y oídos, y con ellos pude ver y oir todos esos patrones, esos actos que trazan el teatro en el que vivimos. 

El salir a tomar el aire de mi madre, que significaba invariablemente salir a fumar. El ya lo hago luego de mi padre, que era el comienzo de innumerables discusiones...

Crecí y me volví ducho en navegar la vida por donde creía que podía, hasta que llegó el momento de mirar atrás para buscar respuestas. No se puede entender uno mismo sin entender cómo ha llegado a donde está. Y mirando atrás comenzaron a translucir todas esas oscuridades que yacían latentes. Los peligros que no existían, las decisiones que no tomé porque no sabía que había que tomar.

Ya iba camino de la treintena cuando creía conocerme, entonces los problemas que había enfrentado me parecían mucho más grandes de lo que en realidad eran. Sin embargo, todo fluía anodinamente por unos cauces que solo llevaban a una vida fútil con una preocupación constante por el mañana.

Trabajaba de apoyo a la dirección financiera de una compañía que me hacía viajar más de lo que mi espíritu tranquilo anhelaba. A pesar de todo, a veces era entretenido. En una ocasión, la última en la que viajé por placer, nos enviaron a una retirada a una aldea portuguesa para hacer teambuilding. En la aldea, abandonada hacía años, solo estábamos unas seis personas, todos mandos intermedios entre los que ya había buen ambiente. Allí teníamos que seguir una serie de instrucciones para sobrevivir, no teníamos coche, y solo había vacas, gallinas, un huerto con frutas y hortalizas y una amplia casa de campo que carecía de leña cortada en medio del frío invierno.

Los primeros dos días fueron duros, tuvimos que aprender a ordeñar vacas, recoger huevos del gallinero, que aunque parecía sencillo, a la gente de ciudad como yo, le resultaba de lo más dificultoso robarle a las gallinas. También salíamos a recoger algunas frutas y verduras, mandarinas, kiwis, acelgas, cebollas, calabazas... Alimentos que jamás habría dicho que pudieran ser recolectados en invierno. Todo se acabó bastante rápido, entonces decidimos ir de excursión a una cueva que estaba a unos diez kilómetros de la casa. Allí nos esperaba un premio, comida y descanso de verdad según las instrucciones.

 Salimos a mediodia, aprovechando los rayos de sol más intensos. Seguíamos un mapa en papel, pues no teníamos móviles. La Serra da Estrela nos puso el pie en el freno desde bien pronto, la belleza de los bosques y el compañerismo no eran suficiente carburante después de varios años de sedentarismo. 

Tras mucho farfullar llegamos al sitio. Eran unas termas que parecían haber sido abandonadas, pero de las que aun fluían aguas templadas. El camino hacia la cueva discurría angosto, con peldaños irregulares, muchos de ellos erosionados por pequeños caudales que brotaban de entre las piedras. Llegamos al interior sin mucha dificultad, el aire templado henchía los pulmones y los embalsamaba de reposo después del paseo por el frío escarchado del lugar más alto de Portugal. La cueva estaba decorada con telas y cómodos cojines con bordados árabes. Aquél lugar se había tornado en una jaima, con vapores subiendo de las aguas y multitud de espacios invitando al reposo.

Me rendí a uno de ellos, junto a un libro generosamente decorado. La realidad comenzó a desvanecerse entre los olores a té y el ambiente templado. 

Desperté al cabo de un rato, alterado, el calor me había reconstituido, me sentía con energía. Nadie quedaba allí a simple vista, solo estaba yo junto al libro, que me llamó de nuevo la atención. Lo abrí, tenía un tacto suave pero con arrugas, como la mano de una abuela a la que quieres. Se leía así: de las arenas y el polvo, al verde lleno de vida, del azul de los ojos bereberes, al marrón de la gente de estas tierras, y de la crepitud de un pueblo sin futuro, a los enhiestos palacios andalusíes. 

Dejé el libro de poesías a un lado al oir arrastrar algo. Al soltarlo yo ya sabía que algo no iba bien. Lo primero que vi fueron unas manos, negras, esqueléticas, con los tendones uniendo los huesos y posibilitando que aquella cosa no se cayese a cachos. Luego fue la cabeza, con un rostro fino, impoluto, pero estéril, sin cabello, aunque con unos ojos azules como el cielo. Solo salí corriendo, sin pensar en nada ni en nadie. Corrí y corrí, de vuelta hacia la casa a través de un terreno baldío de personas. Extraño, pero sin duda real. Llegué sin aliento y sin percibir ni un rastro de vida. Cerré todo, todas las puertas y ventanas y solo me quedó un suspiro para dormir. 

Por la mañana desperté y pensé con tosquedad que el día anterior había sido un buen día. El miedo y la lucha por sobrevivir me habían liberado de la ansiedad por el futuro y de los traumas del pasado. A los días comprendí que aquello era el despertar de un nuevo orden, que lo que allí vi era el fin del mañana y del ayer y que, por tanto, ya solo me quedaba el hoy.

domingo, 30 de abril de 2023

Luces y sombras

 El relato se ha escrito para el reto #EstrellasDeTinta2023


Dejo por aquí el link a las normas del reto: https://plumakatty.blogspot.com/2022/12/reto-de-escritura-creativa.html?m=1


Objetivos:


Principal:


7- Escribe un relato sobre el vinculo entre una criatura sobrenatural y alguien normal.


Secundarios:


21- Relata una situación de supervivencia.


31- Escribe sobre un encantamiento o fenómeno paranormal


Hace ya tres años que huí de mis miedos. Tan atrás los dejé que apenas me he reconocido durante este tiempo. Ahora vivo sencillo, solo molestado por el exceso de soledad. Los días aquí pasan como puntadas de un sastre experto, y en la quietud del bosque se intuyen exuberancias solo visibles para extranjeros, pero para mí, cada cosa tiene el color, el olor y el tacto que deben tener. No sé si es la vida que quiero vivir, pero es la única que mi pasado me puede procurar.

Llegué aquí con la sangre aun inquieta, pero el trabajo y los días me la templaron.  Traje algunas herramientas que me sirvieron para construir un cobertizo, que poco a poco amplié a cabaña, y de cabaña a casita de madera. La casita me alberga de noche, pero mi verdadero refugio son los abedules y los pinos, las hiedras y los musgos. El inmenso bosque es mi casa, y no hay un susurro del viento que no conozca. El descanso se hace posible porque todos esos sonidos ya no me son ajenos, han pasado a pertenecerme tanto como el bombear de mi propio pecho. Sin embargo, sí que hay un lugar con verdadero silencio, el arroyo. Allí me tumbo en verano, a su vera, a dejar que la luz se incline ante mí para después pedir irse. De entre toda la tranquilidad que alberga una naturaleza como esa, un día emergió una disonancia, el silencio blanco del agua se rompió por un movimiento, una leve alteración. No tenía el color, el olor ni el tacto que debería tener, era un torrente de luz que rodeaba cada árbol antes de avanzar al siguiente. Un rostro aparecía y desaparecía de aquél ente, haciendo muecas, a ratos de felicidad, a ratos de dolor.

La luminaria se acercó a mí, me rodeó y mientras levantaba mis brazos para evitarla, bailó en torno a uno de ellos, como tirándome hacia una dirección.

La seguí casi como un mandato, me encontraba más allá de mi propia voluntad, cumpliendo sin cuestionar un designio de la propia vida. El camino no se prolongó demasiado, mientras lum (como se me ocurrió llamarlo) avanzaba junto a las aguas. Se paró y se posó, centelleante, sobre un tramo de tierra especialmente colorido con todo tipo de flores y hierbas, entonces el baile de su rostro desapareció para proyectar una fugaz mirada al suelo.

Avancé dubitativo con las manos hacia delante, preparado para apartar los pequeños capullos y fragancias que allí reposaban, y cuando lo hice, descubrí el pequeño secreto que alimentaba aquel oasis frondoso. Un pequeño corazón luminiscente, que lejos de estar marchito, vibraba como la única cosa pura del mundo.

Lo cogí entre mis manos sintiendo su tacto vidrioso, duro, casi mecánico. Y vi que dentro albergaba un pequeño quiebro que lo hacía imperfecto. Lum se alzó del suelo y se introdujo en aquél artefacto de cristal, que ahora funcionaba como un farolillo, aunque a diferencia de las llamas, este parecía tener preferencia por alguna dirección.

Volví a la casita de madera, a adorar esa piedra prístina, a que me embaucara su vida inerte. Con el paso de los días ya no salía al arroyo, solo me quedaba acurrucado alrededor de la luz. Me daba calidez en la noche fresca, y alivio durante las tardes tórridas. Incubaba el cristal con devoción cuando decidí seguir el camino de su luz. Caminé por el bosque largo rato, tanto que perdí la noción del tiempo. Empezaba a anochecer cuando atisbé un muro y unos largos cipreses más allá. Debía de ser el cementerio, justo en la dirección a la que la luz apuntaba. Rodeé casi a tientas el muro, temiendo encontrarme a alguna otra persona, raro sería que pudieran reconoceme, pero no quería exponerme tanto. Por suerte, a aquella hora todo estaba en paz en un lugar como aquél. Abrí la verja de entrada, que ni siquiera estaba cerrada con llave, y entré. El cristal había girado su luz, apuntando a algún lugar del recinto. Avancé prudente entre las hileras de cruces hasta que la luz cambió una vez más de dirección. Todo se volvía más lúgubre por segundos, me encontré adivinando entre las oscuridades los nombres de los que allí reposaban: Telmo Larrea, Ane Echagüe, Ramiro Arellano... y otro sinfín de nombres que apenas llega a a recordar.

La piedra se me cayó cuando leí el siguiente, el único de los pocos nombres que no debería poder encontrar en ese cementerio, el mío: Asier Elizalde. Al agacharme a por la piedra ví que no tenía ya magia alguna, y que lo que antes parecía un conjuro, ahora eran dos mitades de una roca común, así que la dejé sobre el suelo mientras pensaba en que habían hecho una tumba en mi nombre a pesar de cómo me fui. Quizá no me juzgaran tan fuertemente como yo lo hice al irme, quizá desertar de la brigada de defensa del pueblo antes de aquella guerra fraticida se encontraría entre las cosas que habrían perdonado. Pero decidí huir para poder vivir con la conciencia tranquila, aunque eso significase no volver a tener un sitio allí.

Después de mucho deliberar decidí pasarme al amanecer por el pueblo y dejar que se sucedieran los hechos.

Con el primer bullicio dentro de las casas aparecí delante de la puerta del ayuntamiento. El alguacil, Sancho, que tardó en reconocerme, avisó con jolgorio a todo el pueblo de que Asier Elizalde, estaba vivo y había vuelto. En poco tiempo se formó un corrillo de niños desconcertados y otras personas que vinieron a darme la bienvenida y lo más importante, a perdonarme. Todos mis miedos por volver eran infundados, en poco tiempo me encontré trabajando con los vecinos, que me tendieron su mano, y así volver a hacerme un sitio entre ellos. 

Mientras, pasaba las noches pensando en si aquella piedra guardó alguna vez luz, o si lo que ví fue realmente un espíritu del bosque. En cualquier caso, Asier Elizalde no estaba detrás de aquellas letras del cementerio, volvía a ser parte y a tener una nueva oportunidad.


domingo, 26 de marzo de 2023

Bluebird

El relato se ha escrito para el reto #EstrellasDeTinta2023

Dejo por aquí el link a las normas del reto: https://plumakatty.blogspot.com/2022/12/reto-de-escritura-creativa.html?m=1

Objetivos:

Principal:

6- Cuenta una aventura que suceda en palacio.

Secundarios:

20- Escribe sobre alguien con las manos manchadas de sangre.

34- Haz un relato mágico.



Son las diez de la mañana y el mar bosteza dejando su espuma en la comisura de mis labios. Las mañanas son suaves al borde del mar, soy afortunado. Me levanto, Jenny no está en la habitación, ella madruga y se va a hacer deporte temprano, suele volver a la hora en la que me despierto y, a veces, me hace el desayuno. Hoy no hay suerte, no hay Jenny aún, ni desayuno, así que apuro el café del día anterior, sin calentarlo. Se mezcla con los restos de sueño de mi boca y crea un sabor pastoso y energizante. Sostengo la taza entre mis manos mirando a través de los grandes ventanales de la pequeña casa, que es un minúsculo palacio minimalista y perfectamente ordenado. Estoy tranquilo, desprovisto de toda preocupación y dejo los minutos discurrir sin ser muy consciente. Desde aquí, empiezo a oír unos pasos secos que se acercan por el camino de piedrecitas de la entrada, cada paso altera mi interior, sin saber porqué, pues la mañana no ha podido comenzar mejor. Sé que es Jenny, por el ruido que hace al caminar. No hay mucho tiempo para pensar ni para sacar conclusiones, pero me entristezco. Esta tristeza viene de reparar en que la persona que amo destruye mi calma cada mañana que alarga su rutina de deporte. Ella entra, sudada, vibrante y preciosa y me lanza un beso entre jadeos. Me pregunto cómo un ser que despierta tanta ternura puede traerme este desasosiego. Me da los buenos días, y yo los devuelvo, lo más felizmente que puedo, pero mi naturalidad no confluye con la suya, mis palabras quedan en un saludo forzado, cordial y frío. Me culpo por haber algo mal en mí, ya que no puedo culparla a ella por su existencia liviana.

Jenny se va a duchar y deja la puerta entreabierta, y yo no puedo hacer otra cosa que amar su cotidianidad, el vaivén de su pelo mojado, el deslizar de la espuma por su piel... La espuma, que depura su piel, y en cambio agriaba mi café de la mañana, desaparece dejando dos regustos bien distintos. Ahora, sin esperarlo, también me siento celoso de ese nimio detalle. No llego a desembarazarme de un sentimiento estúpido cuando ya tengo otro encima.

Jenny sale de la ducha, y se seca con una toalla azul con encaje blanco a juego con las magníficas vistas desde el sofá dónde me encuentro. Me mira, con lo que percibo una expresión inquisitiva, que directamente me pone a la defensiva. Yo ya no soy yo, y la conversación que llega a continuación, solo deriva en mis gritos justo antes de ponerme a preparar el almuerzo, gritos que se acompañan del tintineo de un cuchillo y unas gotas de sangre al caer sobre la encimera.

La pena me embarga, la pena, los celos y la ira, de los que soy dueño, y que dejo reposar conmigo mientras descanso sobre el sofá. Jenny ya no está, se fue a refugiarse en nuestro cuarto.

Cierro los ojos y la pequeña casa costera toda de blanco se torna en un gran palacio bizantino, con sus cúpulas azulinas y sus majestuosas columnas nacaradas. Mi vista llega a contar decenas de habitaciones, todas cerradas por lujosas puertas de nogal con incrustaciones en plata y bronce. Me levanto, desconcertado, y avanzo hacia una de las puertas. La abro a mi paso, empujando ligeramente, y veo una sala muy amplia manchada por un líquido viscoso, negruzco, que contrasta con el resto. Al fondo, Jenny enciende una cerilla, que deja caer sobre el líquido. La pez prende e inunda la sala de un fuego cegador. Yo ya estoy unos pasos más adelante de la puerta y el fuego me rodea, así que no puedo volver. Mis ojos no alcanzan a ver a Jenny, estan cegados por las llamas, que llegan hasta el techo. Más allá de temer por mi vida, me cabreo, Jenny ha prendido fuego a mi paz hasta en aquél sueño. Pero pronto veo que las llamas no queman, así que avanzo a tientas hacia donde estaba ella, y una vez a su lado la agarro de una muñeca, lo que me hace desvanecerme y reaparecer en el diván desde dónde se atisbaban todas las salas del palacio.

El diván es mullido, pero aunque estuviera hecho de clavos, aquellas salas no me despiertan nada bueno, no quiero abrirlas, no quiero moverme, pero tengo que abrirlas porque sin ellas no hay historia. Y en efecto, me levanto para hacerlo. Una tras otra, las abro para encontrar a Jenny y llegar a su blanca muñeca con mis dedos, no sin antes pasar por ahogamientos, fusilamientos y otras torturas nada eficaces pero muy visuales, para a continuación, volver al diván.

Me encuentro delante de la última puerta, dispuesto a terminar con la alucinación, pero al abrirla no hay rastro de Jenny. No está escondida armada con un puñal, ni en lo alto de un montón de piedras lista para dejarlas deslizar sobre mí. La gran sala tiene una cristalera en el techo, que deja ver más allá del tejado a dos aguas, también hay estanterías llenas de libros y una gran escalera para acceder a todos ellos, pero hay un pequeño detalle. Un minúsculo pájaro azul que aletea silenciosamente sobre mi cabeza.

Merodeo por la sala en busca del mecanismo que me lleve al diván o a dónde sea que haga que termine todo aquello, pero solo consigue llamarme la atención un libro, una recopilación de poemas sobre pájaros: Birds never sing for themselves. Lo cojo, lo abro y leo algunas líneas al azar, que cuentan deseos y amores, batallas y promesas, sobre el recuerdo y mil temas más, pero solo uno habla de un pájaro azul, que se titula precisamente, Bluebird, y dice así:


Hay un pájaro azul en mis adentros,

y quiere salir,

pero soy demasiado duro para él.


Le digo, quédate ahí, no dejaré

que nadie te vea.


Hay un pájaro azul en mis adentros,

que quiere salir,

pero derramo whisky sobre él,

y lo asfixio con humo de tabaco.


Y ni carteros, ni barrenderos,

ni los mendigos saben

que se esconde ahí.


Hay un pájaro azul en mis adentros,

que quiere salir,

pero soy demasiado duro para él,

le digo,

estate quieto, ¿Me quieres joder?

¿Quieres joder mi trabajo?

¿Quieres echar por tierra

todo lo construido?


Hay un pájaro azul en mis adentros,

que quiere salir,

pero soy demasiado astuto, solo lo dejo salir

a veces, por la noche,

cuando todo el mundo duerme.

Y le digo, sé que estas ahí,

así que no estés triste.


Entonces, lo devuelvo dentro,

mientras canta durante un rato,

no lo he dejado morir del todo.


Así dormimos juntos,

con nuestro pequeño pacto.


Suficiente

para hacer a un hombre llorar,

pero yo no lloro,

¿Y tú?


(Charles Bukowski)


Con las manos temblorosas y el rostro húmedo, arrastro la escalera hacia la cristalera mientras el pájaro sigue revoloteando. Subo, con poca convicción y lentamente, hasta llegar al pomo que abre uno de los cristales, y tiro de él para dejar que una dulce brisa marina entre. El pájaro que antes revoloteaba a media altura asciende, y sin dudar, sale por el hueco abierto pudiendo oler la libertad.

La luz me ciega, siento sal en la boca y arena en los ojos. Moverme se me hace pesado, y al girarme mi espalda cruje aconsejándome ir más despacio. Consigo entreabrir los ojos para ver a Jenny mirarme desde la casa con su rostro apacible. Me arrastro lamentándome hasta ella pero feliz, porque sé que ya no tendré nada que esconder.

miércoles, 1 de febrero de 2023

Los velos de la historia

El relato se ha escrito para el reto #EstrellasDeTinta2023

Dejo por aquí el link a las normas del reto: https://plumakatty.blogspot.com/2022/12/reto-de-escritura-creativa.html?m=1

Objetivos:

Principal:

2- Infórmate sobre un tema relevante y poco conocido y exponlo como un artículo periodístico.

Secundarios:

15- Narra una búsqueda del tesoro.

21- Relata una situación de supervivencia.

Comentarios:

Las dos historias reflejadas en el relato están basadas en algunos fragmentos de la siguiente serie de videos sobre filosofía política: https://www.youtube.com/watch?v=q8n_2zkdC0Y&t=715s

Los personajes y hechos concretos descritos en el relato no son reales (son de invención propia), pero sí estan enmarcados en una serie de hechos históricos que sí ocurrieron.

Los velos de la historia

El envío de tanques por parte de Europa Occidental a Ucrania ha ocupado las últimas portadas. Portadas que quedan fijadas en nuestro imaginario colectivo y que, cuando tornemos la vista hacia atrás dentro de diez años, veremos como la noticia ha encogido hasta recordar un solo mensaje simple y concreto: Europa estaba en guerra, Rusia (malos) contra Ucrania (buenos). La actualidad del futuro engullirá los matices y conservaremos una idea sin consistencia de lo que está ocurriendo.

Ahora, imagínense que avanzamos aún más, dentro de cien años, quizás la guerra de Ucrania sea un pequeño conflicto entre tantos de los que ha habido en la historia, y dentro de mil será, probablemente, una nimiedad.

Todos tenemos grabadas historias (que alguna vez fueron noticia) en formato titular: cómo Colón descubrió América, o cómo Estados Unidos ganó la carrera espacial. Desafortunadamente, casi no existen revisionistas que remuevan el terreno donde han crecido esas ideas simples y lo preparen para que crezcan otras nuevas, más grandes y ricas en matices.

Es por eso que me permito la licencia de plasmar dos pequeños redescubrimientos que espero que sirvan como arado improvisado para abrirnos nuevas puertas en el conocimiento de nuestra historia universal.

El primero, una historia reconstruida a partir de extractos descubiertos en lengua saponi, lengua papú extinta de la Indonesia occidental, narra la historia de Nyai Roro Kidul, según la tradición, diosa del mar, pero que, a partir de los nuevos textos se configura como un personaje que existió realmente. Nyai, a pesar de tener orígenes indonesios, ha cambiado la concepción de los límites del ser humano en la prehistoria y de la historia de la Sudamérica precolombina tal y como la conocemos.

Después de varias catástrofes naturales al sur de Indonesia, esta mujer dejó su tribu con otro grupo de personas alrededor del 15.500 A.C. en un barco gigantesco para la época, con 20 metros de eslora. Partieron en busca de una zona más propicia para establecerse surcando el mar de Salomón en dirección al Pacífico sur. Durante su travesía, debieron llegar a las principales islas del Pacífico:  Fiyi, Samoa, Tahití y muchas otras que se extienden hasta Sudamérica. Los medios que utilizaron para orientarse se desconocen, pero la hipótesis más extendida es que ya hace dieciséis milenios, se tenía un conocimiento sobre la orientación marítima muy preciso, basado en la ubicación de las estrellas.

Llegaron, siempre según los extractos descubiertos, a las costas de Chile y crearon lo que podría ser el primer núcleo de población en el continente, 17.000 años antes de la travesía que realizó Cristobal Colón, pero también más de dos mil años antes del establecimiento de los primeros asentamientos en América del Norte, poblada a través del estrecho de Bering, lo que indica que fue la ruta marítima a través del Pacífico y no a través del norte de Asia lo que posibilitó la extensión de la civilización por América del Sur.

Los fragmentos del texto sobre Nyai narran también su vuelta a Indonesia, en un viaje que estuvo muy cerca de ser fatal, ya que se detallan síntomas que identifican muy bien al escorbuto y otros padecimientos vinculados al mar. El viaje, por lo arcaico, debió pender de un hilo en más de una ocasión, pero no se conserva el texto completo con todos los detalles, aunque sí  se puede confirmar que Nyai volvió a su punto de origen para cumplir el rito ancestral indonesio de morir en el lugar dónde se nace.

El revisionismo histórico es una labor poco reconocida, y las actualizaciones son rara vez incluidas en los libros de texto educativos. Historias como las de Nyai deben ser plasmadas en el imaginario histórico colectivo cuando hablamos de los orígenes de la civilización en Sudamérica. Otros sucesos como los que se narran a continuación, son si caben igual de importantes para la comprensión del mundo moderno.

Probablemente, no os suene el nombre de Bi Sheng, sin embargo, seguro que os suena Johannes Gutenberg, un nombre más aupado por la visión eurocentrista de la historia. Sin embargo, no vamos a hablar del origen de la imprenta, sino de la revolución industrial, y para ello debemos adentrarnos entre los numerosos documentos del British Museum dónde encontramos otro viaje excepcional, esta vez, de Liu Fang.

Liu Fang nació al comienzo del siglo XVIII en la China septentrional. Criada en una familia de posición privilegiada, se trasladó a Pekín formando parte del elenco de consejeros de los emperadores de la dinastía Qing. Liu Fang, auspiciada tanto por su familia como por un gran conocimiento técnico en el tratamiento del acero a través de molinos hidráulicos, fue la encargada de la modernización de los medios de producción vinculados al metal en China.

A mediados del siglo XVIII, en Gran Bretaña se comenzaba a despertar la Revolución Industrial, pero la falta de conocimiento técnico frenaba su desarrollo. Una expedición británica llegó a la capital China y ofreció grandes cantidades de dinero a cambio del mayor tesoro de los Qing, la maestría técnica de Liu Fang. Ella, junto con varios de sus ayudantes, inició una larga travesía hasta Gran Bretaña y lideró el diseño y la construcción de las primeras fábricas de acero con máquinas de vapor en Sheffield, basándose en sus propios diseños con molinos hidráulicos.

Europa se conoce como el origen de casi todo, desde el Derecho (en Roma), pasando por el descubrimiento de América (por parte de España), hasta la Revolución Industrial (iniciada por Gran Bretaña), pero la mayoría de las veces, solo hay que indagar un poco para descubrir que los europeos solo han sido meros publicistas, o a lo sumo promotores, de esas hazañas o ideas revolucionarias que surgieron en otras partes del mundo. Y que, ni el Derecho nació en Roma, sino que ya existían tratados de Derecho muy avanzados como el código de Hammurabi, ni España descubrió América, lo hicieron los pueblos oceánicos, ni Gran Bretaña pudo implementar su revolución industrial sin el invento del acero por parte de China en el siglo II.


lunes, 30 de enero de 2023

Deseo concedido

Deseo concedido, escrito para el reto: #EstrellasDeTinta2023

Este microrrelato esta vinculado al siguiente relato: 

https://enelbauldelospensamientos.wordpress.com/2023/01/27/el-palacio/comment-page-1/?unapproved=8&moderation-hash=b81e833b98cfc842e23856d72fef78e9#comment-8 


Eli estaba decidida a pedir como deseo una vida más fácil para su familia. Siguió los pasos de su abuelo y cuando se encontró dentro del ostensoso palacio, se dirigió hacia donde debía estar la biblioteca. Se movía muy segura a través de escaleras y pasillos, y como su abuelo, encontró el mecanismo de la puerta. Sencillo, casi como un juego de niños. Mientras abría la puerta, se escapó de la sala un sutil olor a libros antiguos, estaba repleta de ellos, pero solo uno se encontraba entre las manos de su abuelo, que la miró con una mirada afable y generosa.

- ¡Eli, niña de mis ojos, cuánto he tenido que esperar para volverte a ver!

Eli no pudo responder, unas lágrimas dulces y temblorosas brotaron de sus ojos, y se fundió en un abrazo con su abuelo. Cuando se separó de él, desapareció dejando a Eli sola con un desconsuelo inabarcable. El deseo con el que había entrado en aquél palacio ya no era el mismo, ahora solo quería poder abrazar a su abuelo una vez más. Y en efecto, fue eso lo que pidió. Eli permaneció largo tiempo en aquella sala, esperando que la figura que hacía escasos minutos le había transmitido la calidez del universo reapareciera. Pero no lo hizo. Poco después, dejó la biblioteca comprendiendo que el deseo ya lo había pedido su corazón antes siquiera de abrir la puerta.