domingo, 30 de abril de 2023

Luces y sombras

 El relato se ha escrito para el reto #EstrellasDeTinta2023


Dejo por aquí el link a las normas del reto: https://plumakatty.blogspot.com/2022/12/reto-de-escritura-creativa.html?m=1


Objetivos:


Principal:


7- Escribe un relato sobre el vinculo entre una criatura sobrenatural y alguien normal.


Secundarios:


21- Relata una situación de supervivencia.


31- Escribe sobre un encantamiento o fenómeno paranormal


Hace ya tres años que huí de mis miedos. Tan atrás los dejé que apenas me he reconocido durante este tiempo. Ahora vivo sencillo, solo molestado por el exceso de soledad. Los días aquí pasan como puntadas de un sastre experto, y en la quietud del bosque se intuyen exuberancias solo visibles para extranjeros, pero para mí, cada cosa tiene el color, el olor y el tacto que deben tener. No sé si es la vida que quiero vivir, pero es la única que mi pasado me puede procurar.

Llegué aquí con la sangre aun inquieta, pero el trabajo y los días me la templaron.  Traje algunas herramientas que me sirvieron para construir un cobertizo, que poco a poco amplié a cabaña, y de cabaña a casita de madera. La casita me alberga de noche, pero mi verdadero refugio son los abedules y los pinos, las hiedras y los musgos. El inmenso bosque es mi casa, y no hay un susurro del viento que no conozca. El descanso se hace posible porque todos esos sonidos ya no me son ajenos, han pasado a pertenecerme tanto como el bombear de mi propio pecho. Sin embargo, sí que hay un lugar con verdadero silencio, el arroyo. Allí me tumbo en verano, a su vera, a dejar que la luz se incline ante mí para después pedir irse. De entre toda la tranquilidad que alberga una naturaleza como esa, un día emergió una disonancia, el silencio blanco del agua se rompió por un movimiento, una leve alteración. No tenía el color, el olor ni el tacto que debería tener, era un torrente de luz que rodeaba cada árbol antes de avanzar al siguiente. Un rostro aparecía y desaparecía de aquél ente, haciendo muecas, a ratos de felicidad, a ratos de dolor.

La luminaria se acercó a mí, me rodeó y mientras levantaba mis brazos para evitarla, bailó en torno a uno de ellos, como tirándome hacia una dirección.

La seguí casi como un mandato, me encontraba más allá de mi propia voluntad, cumpliendo sin cuestionar un designio de la propia vida. El camino no se prolongó demasiado, mientras lum (como se me ocurrió llamarlo) avanzaba junto a las aguas. Se paró y se posó, centelleante, sobre un tramo de tierra especialmente colorido con todo tipo de flores y hierbas, entonces el baile de su rostro desapareció para proyectar una fugaz mirada al suelo.

Avancé dubitativo con las manos hacia delante, preparado para apartar los pequeños capullos y fragancias que allí reposaban, y cuando lo hice, descubrí el pequeño secreto que alimentaba aquel oasis frondoso. Un pequeño corazón luminiscente, que lejos de estar marchito, vibraba como la única cosa pura del mundo.

Lo cogí entre mis manos sintiendo su tacto vidrioso, duro, casi mecánico. Y vi que dentro albergaba un pequeño quiebro que lo hacía imperfecto. Lum se alzó del suelo y se introdujo en aquél artefacto de cristal, que ahora funcionaba como un farolillo, aunque a diferencia de las llamas, este parecía tener preferencia por alguna dirección.

Volví a la casita de madera, a adorar esa piedra prístina, a que me embaucara su vida inerte. Con el paso de los días ya no salía al arroyo, solo me quedaba acurrucado alrededor de la luz. Me daba calidez en la noche fresca, y alivio durante las tardes tórridas. Incubaba el cristal con devoción cuando decidí seguir el camino de su luz. Caminé por el bosque largo rato, tanto que perdí la noción del tiempo. Empezaba a anochecer cuando atisbé un muro y unos largos cipreses más allá. Debía de ser el cementerio, justo en la dirección a la que la luz apuntaba. Rodeé casi a tientas el muro, temiendo encontrarme a alguna otra persona, raro sería que pudieran reconoceme, pero no quería exponerme tanto. Por suerte, a aquella hora todo estaba en paz en un lugar como aquél. Abrí la verja de entrada, que ni siquiera estaba cerrada con llave, y entré. El cristal había girado su luz, apuntando a algún lugar del recinto. Avancé prudente entre las hileras de cruces hasta que la luz cambió una vez más de dirección. Todo se volvía más lúgubre por segundos, me encontré adivinando entre las oscuridades los nombres de los que allí reposaban: Telmo Larrea, Ane Echagüe, Ramiro Arellano... y otro sinfín de nombres que apenas llega a a recordar.

La piedra se me cayó cuando leí el siguiente, el único de los pocos nombres que no debería poder encontrar en ese cementerio, el mío: Asier Elizalde. Al agacharme a por la piedra ví que no tenía ya magia alguna, y que lo que antes parecía un conjuro, ahora eran dos mitades de una roca común, así que la dejé sobre el suelo mientras pensaba en que habían hecho una tumba en mi nombre a pesar de cómo me fui. Quizá no me juzgaran tan fuertemente como yo lo hice al irme, quizá desertar de la brigada de defensa del pueblo antes de aquella guerra fraticida se encontraría entre las cosas que habrían perdonado. Pero decidí huir para poder vivir con la conciencia tranquila, aunque eso significase no volver a tener un sitio allí.

Después de mucho deliberar decidí pasarme al amanecer por el pueblo y dejar que se sucedieran los hechos.

Con el primer bullicio dentro de las casas aparecí delante de la puerta del ayuntamiento. El alguacil, Sancho, que tardó en reconocerme, avisó con jolgorio a todo el pueblo de que Asier Elizalde, estaba vivo y había vuelto. En poco tiempo se formó un corrillo de niños desconcertados y otras personas que vinieron a darme la bienvenida y lo más importante, a perdonarme. Todos mis miedos por volver eran infundados, en poco tiempo me encontré trabajando con los vecinos, que me tendieron su mano, y así volver a hacerme un sitio entre ellos. 

Mientras, pasaba las noches pensando en si aquella piedra guardó alguna vez luz, o si lo que ví fue realmente un espíritu del bosque. En cualquier caso, Asier Elizalde no estaba detrás de aquellas letras del cementerio, volvía a ser parte y a tener una nueva oportunidad.